Microsoft sumerge un centro de datos en Escocia

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En su búsqueda de una mayor eficiencia energética Microsoft ha sumergido un pequeño centro de datos en las islas de Orkney, en Escocia. Su objetivo es aprovechar las condiciones del mar, más estables en cuanto a la temperatura, para mejorar el enfriamiento de los equipos.

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La multinacional americana lleva años desarrollando el proyecto Natick, que consiste en hundir un centro de datos en el mar para mejorar el enfriamiento de los sistemas de una forma más pasiva, lo que reduciría los costes de refrigeración y permitiría el despliegue de instalaciones en tiempo récord. Su primer experimento se realizó en 2015 y se mantuvo bajo el mar durante cinco meses, pero esta nueva fase pretende aguantar hasta cinco años. El centro de datos en cuestión está construido en el interior de un cilindro y sólo integra 12 bastidores de servidores, con una capacidad de almacenamiento limitada. Está conectado a tierra para la comunicación de datos y para obtener la energía que necesita, que en esta región proviene principalmente de energías renovables. Este ha sido un factor determinante en la elección de las costas de Orkney, donde acumulan una experiencia de más de una década en la generación de energía eólica y proveniente de las mareas. Allí se encuentra el Centro Europeo de Energía Marina(EMEC), un importante centro de investigación de energías renovables, quienes han ayudado en el diseño uy construcción del cordón umbilical del centro de datos de Microsoft.

A priori, la idea es buena en términos de recursos energéticos, y de cara a un despliegue rápido en zonas costeras, ya que Microsoft opina que permitiría la puesta en marcha de las instalaciones en unos 90 días. Pero este proyecto tiene unos condicionantes que, de momento, no permitirían adaptar esta tecnología a los intereses de las grandes compañías que operan centros de datos de gran escala. Lo primero es la estabilidad de la infraestructura bajo el agua, que requiere de un sistema de anclaje fiable para garantizar la integridad de los equipos en condiciones adversas, protegiendo las instalaciones de corrientes marinas excesivamente fuertes. Otro es el mantenimiento, ya que no es posible acceder a los equipos bajo el mar directamente. Pero Microsoft confía en que, gracias a una mejor refrigeración, las fallas en estos equipos serán mucho menores que en las instalaciones en tierra, reduciendo la necesidad de sustituir los equipos. Aún así, tampoco se podrían ampliar las capacidades o actualizar los equipos en caso necesario, lo que supone un problema.

Por último, hay otro aspecto fundamental a considerar, que es el posible impacto ambiental. Es bien sabido que los ecosistemas marinos son especialmente vulnerables a los cambios de temperatura, y el intercambio de calor que se podría producir en el agua circundante podría afectar negativamente al entorno subacuático. Más aú si se pretende escalar este proyecto a las dimensiones de un centro de datos más potente. Microsoft asegura que el impacto sería mínimo, pero sus estimaciones deberán ser probadas antes de sacar conclusiones precipitadas, y un pequeño datacenter como este no debería generar grandes problemas a corto plazo.

Todos estos posibles inconvenientes son retos de futuro para este proyecto, que de momento consta de unas instalaciones pequeñas. La idea parece prometedora, pero aún habrá que esperar unos años para comprobar si su funcionamiento, adecuada refrigeración y durabilidad son las esperadas.