La ciberseguridad y la IA destacan entre los desafíos a los que se enfrenta la banca

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La adaptación a DORA, un reglamento que pretende garantizar la capacidad del sector financiero para hacer frente a los riesgos tecnológicos y de seguridad de la información, no va a ser sencilla. Las inmensas posibilidades que abre la IA generan también incertidumbres sobre la manera eficiente de utilizarla.

El informe Unión Bancaria, ¿retorno a la rentabilidad?, es el undécimo de una serie sobre la nueva regulación del sector financiero que elabora PwC, y recoge algunos de los principales desafíos a los que se enfrentan la banca española y europea, que tienen que ver con el aumento de la presión supervisora, y la necesidad de poner el foco en el riesgo de crédito y en los riesgos no financieros, especialmente, los relacionados con el cambio climático, la ciberseguridad y la inteligencia artificial.

La política de sostenibilidad y los riesgos medioambientales ocupan un año más un lugar elevado de su lista de prioridades, y no solo porque el supervisor haya amenazado con multas diarias a las entidades que incumplan su plan de reducción de emisiones. Además, está en marcha un test de estrés climático, en el que los bancos han de desnudar la exposición de clientes y sectores, y ya está en vigor la nueva directiva europea sobre información corporativa de sostenibilidad (CSRD), que también va a suponer un esfuerzo considerable de transparencia.

Las incidencias son cada vez más frecuentes y la ciberseguridad se ha convertido en una preocupación de primer nivel para reguladores y supervisores, así como para las propias entidades. La respuesta normativa es DORA, un reglamento que será aplicable desde principios de 2025, y que pretende garantizar la capacidad del sector financiero para hacer frente a los riesgos tecnológicos y de seguridad de la información. La adaptación no va a ser nada sencilla, porque DORA incluye numerosas obligaciones en materia de gobernanza, gestión del riesgo, notificaciones e intercambio de información.

Esta amalgama de riesgos financieros y no financieros se ha unido en los últimos tiempos la explosión de la inteligencia artificial (IA), cuyo desarrollo tiene un impacto potencial de transformación o ruptura de los modelos de gestión, en especial en términos de productividad. La IA no es un concepto nuevo para los bancos. Lo que sí es nuevo es la eclosión de la inteligencia artificial generativa, cuyos modelos pueden comunicarse como un ser humano, lo cual les permite abordar una gran cantidad de tareas hasta ahora reservadas a las personas. Pero las inmensas posibilidades que abre la IA generan también incertidumbres sobre la manera eficiente de utilizarla, dónde hay que invertir y cuáles son sus contraindicaciones en aspectos como la gobernanza, la ética o la privacidad.