Inteligencia artificial y redes sociales en las elecciones de EE.UU.
- Opinión

En unas elecciones tan ajustadas como las presidenciales norteamericanas de noviembre de 2024, cualquier factor que pueda variar la intención de voto juega un papel fundamental. Inteligencia artificial y redes sociales son uno de esos factores.
Llevamos desde 2010 escribiendo y hablando del potencial empresarial de la inteligencia artificial (IA). Para los economistas, ese potencial se traduce, esencialmente, en “aumentos de productividad en empresa y economía”. Dos apuntes: si nos remitimos a 2010 es porque la IA no nació con ChatGPT de OpenAI en 2022, sino que se remonta a 1950 y, segundo, que, de la misma manera en que los economistas han medido el impacto en productividad de las Revoluciones Industriales en Occidente, desde 1600 hasta hoy, también hay abundantes estudios empíricos, sobre el impacto en empresa y economía, de las tecnologías de la información, computación, movilidad, Internet y Digitalización.
Empezando por los estudios del premio nobel de economía Robert Solow (“la productividad de las tecnologías de la información se ven en todos sitios excepto en las estadísticas”, decía en broma el laureado norteamericano), de finales de los años 80’, continuando por los análisis de Michael Spence (convergencia de computación, internet y movilidad con portátiles y smartphones) y la teoría de la “economía del comportamiento” de los también laureados Robert Schiller y Richard Thales: las tecnologías de la información, computación y digitalización influyen fuertemente en el comportamiento de las personas, considerando a cada una en su triple faceta de trabajador/a, consumidor y votante.
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Como trabajador/a y como consumidor/a, los efectos, la influencia de la inteligencia artificial ha sido medida frecuentemente, en el período 2022-2024 y, con bastante asiduidad, en la última década: lo hizo el premio nobel de Economía Paul Romer en 2018 (lo publicamos y explicamos en IT User en octubre de 2018, analizando la teoría económica de Romer, que integra las TIC-Digitales en los procesos internos de las empresas).
También el último laureado económico, en 2024, Daron Acemoglu: se hizo famoso por su libro “Why nations fail” y, en mayo de 2024, publicó su teoría económica sobre el impacto de la IA en la productividad y el empleo. Sus conclusiones son bastante austeras, versus la publicidad embriagada y sin control, de tantos “sales representatives”, en España, de empresas tecnológicas-digitales norteamericanas. Acemoglu demuestra empíricamente que solo el 5% de la fuerza laboral se verá impactada por la IA y apunta a los trabajos de despacho, los más intelectuales y que necesitan ordenadores para desempeñar su labor. El autor explica que es solo un primer análisis que será complementado por otros futuros.
Inteligencia artificial y redes sociales y desinformación
Ahora bien. Dejando de lado lo que la IA hace por las empresas, su democratización entre la población mediante chatbots, asistentes virtuales… ha tenido como consecuencia que, en las elecciones norteamericanas presidenciales, que se celebrarán el 5 de noviembre, la inteligencia artificial, propagada por las redes sociales (RRSS) haya ocupado un lugar de excepción en esta campaña electoral. Hemos dejado claro el análisis económico serio sobre la IA, realizado por economistas laureados con el nobel: porque queremos evitar juicios naifs y/o superficiales, que identifiquen la IA solamente con deepfakes y la desinformación. Al mismo tiempo, en estas elecciones norteamericanas ha habido mucha desinformación.
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Según Ignacio Jiménez Soler (Doctor en Ciencias de la Información), experto en desinformación, en su tercer libro sobre esta materia, “La nueva desinformación”, afirma que “la desinformación es el problema más serio del siglo XXI”. Jiménez Soler aporta, tanto el rigor académico como la praxis profesional, puesto que ha sido Director de Comunicación y Estrategia de empresas como Liberty Mutual Group, BBVA, Telefónica y Endesa. Actualmente, es Director Global de Comunicación y Asuntos Públicos de la multinacional Cellnex Telecom. Jiménez Soler tiene un gran faro desde el que proyectar luz acerca de la desinformación.
La afirmación de Jiménez Soler sobre la importancia de la desinformación, aplica a las elecciones norteamericanas de 2024, las más importantes desde 1972, según el tracking diario de Advice Strategic Consultants, para CNN. A escasos días de las elecciones (5 de noviembre), los dos candidatos están empatados en voto popular (48% cada uno). Elon Musk (Tesla, SpaceX, X, xAI, Neuralink…) apoya al candidato republicano, Donald Trump, con dinero y con presencia en actos públicos. Musk defiende que “cada voto cuenta”. Y, aunque el fundador de Tesla no sea experto electoral, su frase es acertada: al final del día, lo que va a dilucidar el resultado electoral será “un puñado de votos”. Especialmente, en los llamados “estados bisagra”, de los cuales destaca Pensilvania. Un puñado de votos…
La campaña electoral de 2024 en EE.UU. es la más cara de la historia. Cientos de millones de dólares destinados a publicidad y actos electorales. Nunca tantas celebridades habían participado en campaña. A Trump le apoyan Elon Musk (hombre más rico del mundo, según Forbes y Bloomberg) y muchos directivos de Silicon Valley, como Peter Thiel (PayPal); actores famosos como Dennis Quaid, John Voight y Bruce Willis; cantantes de country como Kid Rock y John Rich (de Big & Rich). Jeff Bezos (fundador de Amazon y dueño del diario de izquierdas “The Washington Post”) prohibió a la línea editorial del periódico manifestarse públicamente a favor de un candidato, en este caso, Kamala Harris, candidata del partido demócrata. El director del periódico dimitió el 26 de octubre aduciendo que Jeff Bezos quiere ganarse el favor de Donald Trump en previsión y anticipación de su victoria.
Bezos ya tuvo experiencia de la presión de Trump, cuando fue presidente (un ejemplo fue el “proyecto JEDI” o mayor contrato de Cloud de la historia de EE.UU. otorgado por el Pentágono que, inicialmente, ganó Amazon Web Services o AWS y, finalmente, por intervención de Trump, fue troceado en sus 10 billones de dólares, proporcionalmente, entre los tres principales proveedores mundiales de Cloud: AWS, Microsoft Azure y Google Cloud).
El inicio de la presidencia de Trump (2017-2021), fue complicado en su relación con los líderes (progresistas) de las empresas tecnológicas-digitales. Pero, las medidas proteccionistas de Trump frente a China y sus incentivos para fabricar en suelo americano, le ganaron a Trump el favor de Tim Cook (Apple), Jeff Bezos (Amazon), Sundar Pichai (Alphabet-Google-YouTube) y Satya Nadella (Microsoft), entre otros. Hasta el liberal Mark Zuckerberg (Meta, Facebook, Instagram) acabó comiendo de la mano de Trump y, tras el escándalo de Cambridge Analytica y el presunto uso de Big Data -en realidad, fueron datos personales- por Facebook, en 2016, Zuckerberg se ha mostrado más acorde con el republicano...
Kamala Harris ha recibido el apoyo de Taylor Swift, Beyoncé, Eminem, los matrimonios Clinton y Obama, Bruce Springteen y la inmensa mayoría de actores de Hollywood y medios de comunicación, que Trump denomina como “fake news”.
Es interesante notar que el 80% de norteamericanos no cree que las firmas Big Tech, tecnológicas/digitales, sean capaces de controlar los deepfakes generados por esas mismas empresas, para intervenir con falsas informaciones en el devenir de la campaña electoral. Así lo asevera un estudio reciente de Pew Research Center. La encuesta dice que 57% de estadounidenses “cree que la utilización de la inteligencia artificial (especialmente GenAI) en la campaña para producir desinformación, se intensificará”.
Hay que clarificar que no son las empresas tecnológicas (Google, Apple, Meta, Amazon, Microsoft, Oracle…), ni las startups billonarias de IA (OpenAI, Anthropic, Cohere, xAI…) las que “generan los deepfakes”. Se trata de individuos, bien por su cuenta o trabajando para alguna de las campañas electorales, quienes están generando esas falsas noticias, para influir en el resultado electoral final del 5 de noviembre. Y, además, se ha identificado claramente por las agencias de seguridad nacional de EE.UU. a “autores internacionales como Irán, Rusia, Corea del Norte y, sobre todo, China”, que, con miles de expertos están creando deepfakes a diestro y siniestro, para causar distorsiones en las elecciones. Téngase en cuenta que Norteamérica no es Andorra, y que, de sus 330 millones de ciudadanos, votarán 170-180 millones. Si, al final, el resultado se dirime por “un puñado de votos”, de nuevo y como al principio, destacamos la potencial influencia de la IA Generativa en estas elecciones.
Docenas de miles de deepfakes hechos con inteligencia artificial Generativa (GenAI)
El más afectado por los deepfakes ha sido el campo republicano, con docenas de miles de vídeos, audios y falsas noticias generados con ChatGPT de OpenAI, con Google Gemini y otras muchas herramientas a disposición todos/as: Trump afirmando que Kamala Harris se inventa las multitudes en sus rallies electorales, mediante IA; Trump, bailando con Elon Musk al son de “Stayin’ Alive” de Bee Gees; Joe Biden incitando a los votantes de New Hampshire a que no vayan a votar; Barack Obama supuestamente enfadado porque los que intentaron matar a Trump dos veces “eran unos inútiles que desaprovecharon la oportunidad”; Kamala Harris fue trabajadora del sexo en Nueva York en los años ochenta. El suma y sigue, es infinito. Y todo son falsedades. Son mentiras. Pero, algunas, hacen mucho daño.
The Wall Street Journal reporta el 28 de octubre de 2024 que “piratas informáticos chinos se infiltraron en empresas de telecomunicaciones estadounidenses, atacaron los teléfonos del expresidente Donald Trump y personas afiliadas a la campaña de la vicepresidenta Kamala Harris. Los investigadores (Microsoft) creen que los piratas informáticos accedieron a la infraestructura de telecomunicaciones estadounidense y comprometieron o atacaron, al menos, a varias docenas de empresas y personas. La amplitud del espionaje y el momento de los ataques preocupan al gobierno norteamericano y a las campañas republicana y demócrata, por suponer un esfuerzo, potencialmente más significativo, para interferir o perturbar las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre”.
Sean vídeos falsos sobre Trump y/o Kamala Harris, ataques cibernéticos a las dos candidaturas electorales por parte de China y Rusia y la filtración interesada de noticias falsas, todos tienen un efecto inédito e inaudito en la historia de la humanidad, debido a la amplitud del mensaje y su viralización a billones de personas, a través de las redes sociales. Twitch, Instagram, Facebook, WhatsApp, Threads, Telegram, X (antigua Twitter), TikTok y muchas otras, se han hecho eco de los deepfakes. Las medidas de protección puestas por las empresas tecnológicas para evitar que sucediera esto no han funcionado. Lo que pone, al menos ante el público norteamericano, en la picota la confianza en las empresas tecnológicas y de redes sociales. La desconfianza proviene, por igual, del campo demócrata y del republicano.
La cantante más exitosa de la última década, Taylor Swift, puso el dedo en la llaga, en lo que se refiere al uso de la inteligencia artificial con fines políticos, en la campaña electoral. Con más de 95 millones de seguidores en X y 284 millones de seguidores en Instagram, Taylor Swift es una de las personas más influyentes del mundo, hoy: “Recientemente, supe que Donad Trump publicó en su sitio (su red social, Truth Social) una IA de "mí", respaldando falsamente la candidatura presidencial de Donald Trump. Realmente evocó mis temores sobre la IA y los peligros de difundir información errónea. Me llevó a la conclusión de que necesito ser muy transparente sobre mis planes reales para esta elección como votante. La forma más sencilla de combatir la desinformación es con la verdad”.
Por Jorge Díaz Cardiel, socio director general de Advice Strategic Consultant