Windows 10 llega a su fin y los usuarios se enfrentan a una carrera contrarreloj para migrar
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A partir de hoy, millones de dispositivos en todo el mundo quedarán sin actualizaciones ni parches de seguridad, abriendo una de las mayores oportunidades para los ciberdelincuentes en años. Las empresas y administraciones públicas se enfrentan a una transición compleja y urgente hacia Windows 11 o alternativas seguras.
Hoy, 14 de octubre, Microsoft ha puesto punto final al soporte de Windows 10. Con esta decisión, el sistema operativo que ha dominado el mercado empresarial y doméstico durante casi una década deja de recibir actualizaciones de seguridad, asistencia técnica y mejoras de software. Según datos de Kaspersky, más de la mitad de los usuarios (53%) y cerca del 60% de las empresas aún utilizan Windows 10, lo que convierte este cambio en un desafío de alcance global.
Aunque los equipos seguirán funcionando, el impacto de esta medida va mucho más allá de la obsolescencia tecnológica. El fin del soporte abre la puerta a nuevas vulnerabilidades, convirtiendo a millones de ordenadores en objetivos potenciales de ciberataques, ransomware y brechas de seguridad.
El mayor riesgo cibernético de la última década
Los expertos coinciden en que el fin de Windows 10 representa “la mayor oportunidad para ciberdelincuentes en años”. A pesar de que Microsoft ha anunciado una prórroga gratuita de un año de actualizaciones —hasta octubre de 2026—, la situación sigue siendo crítica.
En Europa, donde Windows 10 mantiene una cuota de mercado superior al 50%, la exposición al riesgo es especialmente alta. Sancho Lerena, CEO de Pandora FMS, advierte que “el 14 de octubre quedará marcado en los calendarios de los hackers”, ya que millones de PC pasarán a estar sin parches y, por tanto, vulnerables. La combinación entre la dependencia tecnológica europea y el aumento de ciberataques procedentes de países como China y Rusia agrava aún más la amenaza.
España no escapa de este escenario: en el último año, los ataques a sectores esenciales han crecido un 43%, afectando a hospitales, ministerios y ayuntamientos. La continuidad de operaciones con Windows 10 sin soporte deja de ser una cuestión técnica para convertirse en un problema de seguridad nacional.
Para las organizaciones, el fin del soporte de Windows 10 supone tomar decisiones estratégicas de gran calado: mantener Windows 10 asumiendo el riesgo de operar con un sistema vulnerable, o migrar a Windows 11, un proceso que puede resultar complejo y costoso si no se planifica adecuadamente.
Windows 11 introduce requisitos de hardware más exigentes, como el chip de seguridad TPM 2.0, lo que obliga a muchas empresas a auditar su parque informático y renovar equipos. Además, los cambios en la interfaz y la compatibilidad de aplicaciones exigen formación a los usuarios y una transición planificada por fases para evitar pérdidas de productividad y garantizar la continuidad del negocio.
El impacto del fin de Windows 10 no afecta solo a las grandes corporaciones. Las pequeñas y medianas empresas, con recursos técnicos más limitados, son especialmente vulnerables. Según los expertos, muchas carecen de planes de migración y dependen de sistemas obsoletos que pronto podrían ser incompatibles con las herramientas de seguridad actuales.
La situación es aún más crítica en el sector público, donde numerosos ministerios, hospitales y ayuntamientos continúan operando con Windows 10. La falta de actualización no solo pondría en riesgo sus sistemas, sino también la protección de datos personales y el cumplimiento normativo en materia de ciberseguridad.
Estrategias y recomendaciones para una migración segura
Los expertos en ciberseguridad recomiendan iniciar cuanto antes una evaluación exhaustiva de la infraestructura tecnológica, y señalan una serie de pasos clave para garantizar una transición ordenada y segura:
- Evaluar la compatibilidad de equipos: auditar los dispositivos actuales para determinar cuáles pueden actualizarse y cuáles requieren renovación.
- Valorar soluciones intermedias: recurrir a herramientas de virtualización o entornos duales que permitan mantener aplicaciones críticas no compatibles con Windows 11.
- Reforzar la ciberseguridad: mientras dure la transición, implementar medidas adicionales como antivirus avanzados, firewalls, sistemas de detección de intrusos y monitorización en tiempo real.
- Planificar migraciones por fases: evitar actualizaciones masivas que comprometan la productividad y priorizar los equipos más expuestos a amenazas.
- Formar a los empleados: la adopción de un nuevo sistema no solo es tecnológica, también cultural. Preparar al personal reduce errores y resistencias.
- Aplicar medidas de protección adicionales: activar la autenticación multifactor, cifrar la información sensible y realizar copias de seguridad periódicas.
La conclusión de los expertos es clara: mantener Windows 10 tras su “muerte” implica mayores costes ocultos, riesgos constantes y pérdida de competitividad. En cambio, una migración planificada hacia sistemas modernos y seguros permitirá construir entornos digitales más robustos y preparados para los retos del futuro.
El fin de Windows 10 no debe entenderse únicamente como un cambio de software, sino como una oportunidad para fortalecer la resiliencia digital de las organizaciones y mejorar su eficiencia tecnológica.