A las empresas TIC les conviene una victoria de Clinton

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Jorge Díaz Cardiel

Se suponía que Tim Cook, primer ejecutivo de Apple, prestaría apoyo a la Convención Republicana de Cleveland, en que oficialmente se elegía al candidato conservador a la presidencia de Estados Unidos. Además, se esperaba que Apple se hiciera cargo de la logística tecnológica del evento y que, además hiciera una donación para financiar al partido republicano.

Al igual que Cook, habían sido convocados 150 primeros espadas de las principales empresas tecnológicas (TIC) de Estados Unidos, algunas de las cuales son dirigidas por ejecutivos abiertamente republicanos. Hewlett Packard Enterprise (HPE) es solo un ejemplo, aunque significativo: por un lado, es un icono de Silicon Valley; por otro, su presidenta, Meg Whitman es republicana y, en 2010, se presentó a gobernadora del estado de California. Curiosamente, su correligionaria Carly Fiorina, también ex presidenta y CEO de HP, ese mismo año, hizo campaña electoral para convertirse en senadora por el estado de California. Ambas perdieron, cosa lógica en un estado liberal, progresista y profundamente demócrata. Como Cook, Whitman y Fiorina, se esperaba también la asistencia de Satya Nadella, presidente de Microsoft, de Mark Zuckerberg, presidente de Facebook, Jeff Bezos, presidente de Amazon, Peter Thiel, presidente de Paypal… y, así, hasta un total de 150 eminencias del mundo tecnológico norteamericano.

Sorpresa. Ninguno acudió. Con la excepción de Peter Thiel (Paypal), que poco tiempo después se sumó a los demás, cambiando de bando. ¿Qué había pasado? En una palabra: el Huracán Trump. Para cuando se celebró la Convención republicana que eligió a Donald Trump como candidato a presidente conservador, Trump ya había tenido mucho tiempo de retratarse y de darse a conocer, “haciendo amigos por el camino”: insultó a mujeres, afroamericanos, hispanos, inmigrantes, musulmanes, periodistas, políticos de los dos partidos principales, incluido el suyo…; y aún no se habían hecho públicos los escándalos sexuales que protagonizan la campaña electoral en otoño de 2016.

Pero, visto lo visto, los ejecutivos de las primeras empresas TIC ya tenían suficiente información para hacerse una idea de quien era y lo que representaba Donald Trump. Ciertamente, los valores opuestos a los de Silicon Valley de innovación y creatividad, aunque a Trump nunca le falta ingenio para insultar al contrario. Cook y Apple declinaron la invitación y retiraron su apoyo a Donald Trump. Meg Whitman (HPE) fue más allá y, declarándose contraria a Trump, decidió apoyar públicamente a Hillary Clinton, darle financiación e, incluso, acompañarla en algunos mítines electorales. A Cook y Whitman siguieron todos los demás.

La reacción de Trump fue previsible: atacar a quien no le apoya o le ríe las gracias. En la convención no estaban los expresidentes Bush, padre e hijo, ni los candidatos republicanos presidenciales McCain (2008) y Romney (2012), todos insultados por Trump. 50 republicanos expertos en Seguridad Nacional hicieron pública una carta en que dejaban claro que Trump no tenía el carácter para ser presidente y manejar los códigos nucleares. Le tacharon de ignorante y, lo que es peor, no querer aprender sobre relaciones internacionales. Les siguieron 150 líderes republicanos que dijeron no apoyar a Trump por ser un oportunista sin verdaderos valores conservadores.

En el caso del sector TIC “la cuestión Trump” es más profunda. Trump lo ignora todo de las Tecnologías de la Información, siendo el segundo sector más rentable de Estados Unidos, tras el financiero de Wall Street. La gloria de América no son solo sus ejércitos, sino la innovación tecnológica (HP, Intel, IBM, Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft, Oracle, SAGE, Salesforce… es decir, el 60% de las marcas más valiosas del mundo y con mayor valor bursátil), que hace que Estados Unidos crezca el triple que la Unión Europea en PIB y su productividad y competitividad sea el doble que la europea, gracias a las TIC. Desde un punto de vista sectorial, las TIC suponen el 70% del PIB estadounidense, al igual que lo es el consumo privado, desde el punto de vista macroeconómico y componente del Producto Interior Bruto americano.

Trump conoce el mundo del ladrillo, del mercado inmobiliario, los campos de golf y los casinos. Pero la economía norteamericana está muy diversificada, sectorial y geográficamente: se organiza en “clusters”, como el Silicon Valley con las tecnológicas, Los Ángeles con el cine y la música, Nueva York y las finanzas y Texas con la energía, petróleo y gas. Las TIC, ya lo hemos visto, juegan un papel esencial en la vida económica norteamericana que ningún político norteamericano puede ni debe olvidar.

Hillary Clinton -como su marido en los años 90’: crecimiento del 4% en PIB, 24 millones de empleo de calidad gracias a las Tecnologías de la Información- cree en las TIC para revitalizar América. Y cuenta con ellas en todo y para todo. Trump, por contraste, ignora lo que no entiende y deja de lado las TIC. Conceptos como Digitalización, Cloud, Robótica, Big Data… no le resultan familiares a Trump. Utiliza -muy respetable- una pluma que lleva su apellido, en vez de un ordenador, que ni sabe ni quiere aprender a manejar.

Para bien de Estados Unidos y las empresas TIC, Clinton encabeza las encuestas y las probabilidades de que salga elegida primera mujer presidenta de Estados Unidos son de un 87%.

Jorge Díaz-Cardiel, Socio director general de Advice Strategic Consultants

Esta Tribuna forma parte del número de IT User del mes de noviembre. Puedes descargarte la revista en este enlace.

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