El avance hacia una industria más digitalizada, automatizada, sostenible y segura

  • Opinión
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No todas las tecnologías previstas han tenido el mismo impacto y observamos que tres grandes grupos lideran esta transformación: la inteligencia artificial, la ciberseguridad y el IoT/Comunicaciones.

Por Miguel Hormigo, director del Sector Industria de Secure e-Solutions en GMV
 

Desde su presentación hace más de 14 años, el concepto de Industria 4.0 ha pasado de ser un conjunto de líneas de pensamiento y actuación con una cadena de valor muy distinta a lo que conocíamos (se introdujeron términos como autonomía y automatización) a convertirse en un eje estructural de transformación del sector impulsado por la incorporación sistemática de tecnologías (transformación digital) que estaban cambiando rápidamente el sistema económico y social (IoT, IA, Ciberseguridad, Robótica, SDx, etc.).

Esta transformación ha contado desde sus inicios con un amplio consenso en el sector y o ha habido resistencia significativa porque la necesidad de adaptarse era evidente. Sin embargo, no todas las tecnologías previstas han tenido el mismo impacto y observamos que tres grandes grupos lideran esta transformación: la inteligencia artificial, la ciberseguridad y el IoT/Comunicaciones. Otro aspecto relevante es que la transformación ha sido más fructífera cuando estas tecnologías se han aplicado para rehacer los procesos de negocio de las organizaciones.

La IA, especialmente en su vertiente generativa y en los modelos fundacionales, permite automatizar tareas complejas, optimizar el diseño de procesos, asistir operaciones críticas e incrementar la autonomía de los sistemas productivos. Estas tecnologías, ya integradas en plataformas de ingeniería y mantenimiento, amplían radicalmente la capacidad operativa de las organizaciones. Su despliegue, sin embargo, requiere abordar retos regulatorios, éticos y de gobernanza que aún están en fase de desarrollo.

El IoT industrial también se ha consolidado como vector de eficiencia y transformación. La interconexión de activos físicos y sistemas digitales permite monitorizar operaciones en tiempo real, anticipar necesidades de mantenimiento y desarrollar nuevos modelos de negocio basados en servicios. La conectividad no solo reduce costes y mejora la agilidad operativa, sino que también representa una ventaja competitiva en mercados cada vez más dinámicos.

La ciberseguridad también se ha convertido en un pilar fundamental de esta nueva era industrial. A medida que las fábricas han adoptado tecnologías conectadas y sistemas inteligentes, se han incrementado los riesgos de ataques sobre entornos industriales. Las infraestructuras, tradicionalmente aisladas, ahora están expuestas a amenazas, sabotaje digital o espionaje industrial y la ciberresiliencia ha saltado al primer plano. La protección de redes OT, la segmentación de sistemas, la supervisión continua y la aplicación de normativas como la IEC 62443 o el Esquema Nacional de Seguridad (ENS) y NIS2 son hoy referencias clave. En este sentido, en GMV actuamos como socio tecnológico para el sector industrial con el objetivo de reforzar, aún más, la ciberseguridad en entornos críticos.

Aparte de la tecnología, observamos también que esta revolución afecta a otros ámbitos socioeconómicos. Uno de ellos es la necesidad de navegar globalmente todos en la misma dirección ya que es muy complejo dirigir a las organizaciones hacia la sostenibilidad necesaria del planeta que tiene que esté alineada con una sostenibilidad económica donde no todos los jugadores utilizan las mismas reglas. En este sentido, en estos últimos años, vemos como, aunque sí existe la concienciación global de esta transformación, no todos corren a la misma velocidad por diversos motivos (estratégicos, tácticos y capacidad económica y tecnológica).

Las administraciones públicas son conscientes de esta situación y, en caso de Europa, se han desplegado herramientas para impulsar esta transformación industrial. Entre ellas podemos destacar los fondos Next Generation EU para sentar las bases de un modelo más competitivo, sostenible y digital. Estos fondos están permitiendo a las empresas invertir en modernización de equipos, digitalización de procesos, automatización, mejora de la eficiencia energética y formación de trabajadores, entre otros.

En España, programas alineados como los distintos PERTE están representando una oportunidad sin precedentes para reindustrializar el país con un enfoque moderno y resiliente. También existen iniciativas regionales y clústeres tecnológicos que facilitan la colaboración entre administraciones, empresas, centros de investigación y universidades. Entre otros factores, estos programas están permitiendo que el crecimiento del PIB de España sea superior al de otros países de la Eurozona.

Sin embargo, en este escenario, China se ha posicionado como un actor clave. Su estrategia "Made in China 2025" ha impulsado de forma decidida la modernización tecnológica de su tejido industrial. Con inversiones masivas en automatización, inteligencia artificial, redes 5G y energías limpias, China ha logrado avanzar hacia un modelo de producción más sofisticado y menos dependiente del trabajo intensivo. Además, ha desarrollado su propio ecosistema de innovación, con gigantes tecnológicos capaces de competir globalmente en sectores estratégicos como la robótica, los vehículos eléctricos o la electrónica avanzada. Ha consolidado su liderazgo no solo en capacidad de producción, sino también en innovación científica, superando desde 2015 a Estados Unidos en publicaciones sobre inteligencia artificial. Este avance geotecnológico plantea a Europa el reto de reforzar su autonomía estratégica y definir un modelo propio basado en productividad, sostenibilidad y soberanía digital.

Por todo esto, Europa se encuentra en medio de dos grandes bloques y se abre la oportunidad para promover una nueva era dentro de esta revolución industrial donde busquemos el liderazgo, replanifiquemos nuestro papel en el futuro y trabajemos con fines comunes incrementando nuestra productividad y competitividad en un mundo más sostenible, pero a la vez, más dinámico si cabe. En este contexto, cobra plena vigencia el concepto VUCA viendo que nos encontramos con eventos como la guerra en Ucrania, los desastres asociados a la DANA en la Comunidad Valenciana, los aranceles comerciales impulsados por la administración Trump o los recientes fallos en la red eléctrica en España han puesto de manifiesto la fragilidad de los sistemas económicos, sociales e industriales. Estos fenómenos, junto con las tensiones geopolíticas y los desastres climáticos, subrayan la necesidad urgente de que las empresas desarrollen planes de continuidad y resiliencia operativa. En esta situación, adaptarse a estos cambios abruptos ya no es una ventaja competitiva, sino una condición esencial para sobrevivir y prosperar por lo que es necesario avanzar en la planificación y gestión de riesgos.

Por último y no menos destacable es lo que ocurre en cualquier revolución industrial: los recursos humanos se tienen que adaptar rápidamente a los nuevos entornos socioeconómicos por lo que la gestión del talento se convierte en una prioridad ya que la demanda de perfiles técnicos ha superado a la oferta disponible, lo que está obligando a empresas y administraciones a invertir en formación continua y reconversión profesional. En el momento actual podemos considerar que hemos pasado el cenit de adaptación y tenemos que consolidar esta formación buscando una actitud más proactiva hacia lo que está por venir.

Después de más de una década, podemos afirmar que en esta revolución industrial que apareció a principios de la década pasada tenemos una industria más digitalizada, automatizada, sostenible y segura, pero tenemos que seguir avanzando porque se abren nuevas oportunidades si conseguimos alinear sostenibilidad socioeconómica y medioambiental, mejoramos nuestra estrategia hacia una industria más competitiva y productiva haciendo uso sistemático de la tecnología y nos preparamos mejor para el entorno cambiante en el que estamos inmersos.