Tres de cada diez empresas han invertido en IA por no perder el tren tecnológico
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Las inversiones de las medianas empresas están más motivadas por ciertas necesidades específicas previamente identificadas, mientras que en el caso de las grandes empresas, las orientaciones de la dirección contribuyen en más de un 20% a las decisiones de inversión en IA.
Las razones que llevan a las empresas a invertir en el campo de la inteligencia artificial son, en su mayoría, exploratorias e imprecisas. Así lo indica el Barómetro IA del Instituto AI for Sustainability de ESSCA School of Management, que muestra que, si bien una cuarta parte de las empresas se han movilizado en torno a la IA con una necesidad claramente identificada, seis de cada diez empresas han invertido en IA por motivos defensivos (el 31% no quería perder el tren tecnológico) o no explícitos (el 29% por impulso de los responsables de la toma de decisiones o de los consultores). Solo el 23% de los encuestados indica que las inversiones en IA se iniciaron para responder a una necesidad previamente identificada.
Por su parte, las microempresas y las pymes son las que más dificultades tienen para invertir, ya que el 37 % de ellas indican que no han invertido en IA. Según Dejan Glavas, profesor en Finanzas y Director del Instituto AI for Sustainability de ESSCA School of Management, “la mayoría de las inversiones en IA todavía no están sustentadas en la consecución de objetivos claros sino más bien para no quedarse atrás con respecto a los competidores o no perder el tren tecnológico”.
Si es cierto que la mayoría de las empresas ya han comenzado a invertir en IA para alcanzar objetivos de desarrollo sostenible (solo el 15 % no lo hace), el uso de la IA para alcanzar objetivos medioambientales pasa a un segundo plano en comparación con los retos sociales.
Retos de la integración de la IA
Los riesgos señalados por los responsables de TI suelen estar relacionados con problemas preexistentes, agravados por la IA, como la gestión de datos (29 %).
Las empresas siguen subestimando los nuevos retos que plantea la integración de la IA, como los sesgos de los sistemas de IA, sus alucinaciones, la interacción entre el hombre y la máquina y la necesidad de prever un control humano. Además, el 18% de las empresas han tenido que ajustar o detener proyectos de IA por razones éticas.