La UE se aleja del objetivo de hacerse con 20% del mercado mundial en chips en 2030
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Los Estados miembros y el sector privado forman el grueso de la inversión; los fondos gestionados por la Comisión Europea son mucho menores. Los problemas como el acceso a las materias primas, los costes de la energía y las tensiones geopolíticas plantean retos adicionales.
Los microchips desempeñan un papel fundamental en la vida moderna, y la escasez mundial de microchips durante la pandemia de COVID-19 puso de relieve su importancia crítica para la economía. La estrategia de la Década Digital de la UE estableció el objetivo de que la Unión alcanzara una cuota del 20% del valor de la producción mundial en microchips de vanguardia y sostenibles de aquí a 2030.
La Comisión Europea ha avanzado de manera razonable sobre la ejecución de su estrategia. La Ley Europea de Chips de 2022 ha dado un nuevo impulso al sector de los microchips en Europa, pero las inversiones que ha motivado no supondrán seguramente una mejora sustancial de la situación de la UE en el terreno. Así lo indica un nuevo informe del Tribunal de Cuentas Europeo, que revela que es muy improbable que la UE alcance su objetivo de lograr ese 20% de cuota.
“La UE necesita cuanto antes una dosis de realidad en su estrategia para el sector de los microchips”, afirma Annemie Turtelboom, miembro del Tribunal de Cuentas Europeo encargada de la auditoría. “El objetivo del 20% era básicamente una aspiración. Para conseguirlo, nuestra capacidad de producción tendría que ser cuatro veces mayor en 2030 y estamos muy lejos de lograr esas cifras a la velocidad actual. Europa tiene que competir, y la Comisión Europea debería revisar su estrategia a largo plazo para ajustarse a la situación real”.
Escasa inversión y otras barreras
La Comisión solo es responsable del 5% (4.500 millones de euros) de la financiación estimada de 86.000 millones de euros para la Ley Europea de Chips hasta 2030. Se espera que el resto proceda de los Estados miembros y de la industria. A modo de comparación, los mayores fabricantes mundiales contaban con un presupuesto de 405.000 millones de euros para invertir durante un período de tres años, de 2020 a 2023, una cifra que empequeñece la capacidad financiera de la Ley Europea de Chips.
Sin embargo, la Comisión no tiene un mandato para coordinar las inversiones nacionales en el ámbito de la UE para garantizar que se ajusten a los objetivos de dicha ley, apuntan los auditores. Por otro lado, la Ley Europea de Chips no ofrece claridad en cuanto a sus objetivos y supervisión, y es difícil saber si atiende adecuadamente la demanda actual de microchips convencionales en la industria.
Existen otros factores fundamentales que afectan a la competencia de la UE en el terreno y a las posibilidades de que prospere la aplicación de la Ley Europea de Chips. Entre ellos cabe mencionar la dependencia de las importaciones de materias primas, el alto coste de la energía, las inquietudes medioambientales, las tensiones geopolíticas y los controles a la exportación, así como una escasez de mano de obra cualificada.
Asimismo, la industria de microchips de la UE se compone de unas pocas empresas grandes y centradas en proyectos de alto valor, lo que supone una concentración de los fondos. Por tanto, si un solo proyecto se cancela, se retrasa o fracasa, las repercusiones pueden ser significativas en todo el sector.
Los auditores hallaron sobre todo que la Ley Europea de Chips tiene muy pocas posibilidades de aumentar sensiblemente la cuota de la UE en el mercado de microchips. No en vano, las propias previsiones de la Comisión, que se publicaron en julio de 2024, predicen que la cuota global de la UE en la cadena de suministro del mundo solo aumentará marginalmente, del 9,8% de 2022 a un mero 11,7% en 2030, a pesar del importante aumento previsto en la capacidad de fabricación.